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¿Estás realizando un Falso Perdón?

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“Si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti… vé, y reconcíliate primero con tu hermano.” Mateo 5: 23-24

Imagina dos jóvenes que eran mejores amigos desde el jardín de infantes. Habían pasado tres días desde que se habían peleado porque uno hizo trampas en un partido, y su enojo terminó en una pelea feroz. Puñetazo va, puñetazo viene, y de pronto uno le agarró el brazo al otro y se lo forzó hacia atrás. Un momento después, cuando los muchachos se cayeron al suelo, oyeron un chasquido. Uno de ellos pegó un grito. Se había roto el brazo. Aun los mejores amigos pueden tener mucho que aprender acerca del perdón.

Hasta ahora hemos estado viendo qué es perdonar. El verdadero perdón imita lo que Dios hizo por nosotros. Tomó el primer paso, perdonándonos libre y completamente cuando éramos aún pecadores. Pero si quieres comprender qué es perdonar, tienes también que saber lo que el perdón no es. Por eso, fíjate lo que un brazo roto les enseñó a estos dos muchachos:

Perdón no es algo que hay que ganarse. El perdón no espera que la otra persona se acerque para disculparse. Si cualquiera de los dos muchachos hubiera tomado el primer paso y perdonado al otro cuando se enojaron porque uno hizo trampa, es probable que no se hubieran peleado.

Perdón no es pretender que una ofensa nunca sucedió. El brazo enyesado del muchachito y el dolor que sintió hacía que le fuera difícil olvidar que su amigo lo había perjudicado. Los chicos tenían un problema, e ignorarlo no lo iba a hacer desaparecer.
El perdón no es un sentimiento. Encerrado solo en casa con el brazo enyesado, el chico no tenía ganas de perdonar a su amigo. Pero cuando lo perdonó, sabiendo que estaba haciendo lo que Dios quería que hiciera, se sintió mejor. Perdonar siempre comienza con una decisión.

El perdón no borra las consecuencias. Aunque el chico con el brazo roto lo perdonó, su amigo todavía tuvo que enfrentar un montón de problemas. Los padres de los muchachos les prohibieron jugar juntos por un tiempo. Y durante todo el tiempo que uno tuvo el brazo enyesado, el otro lo ayudó en todo lo que podía para que la pasara un poco mejor.

Un perdón falso no es perdón. No nos ayuda a nosotros ni ayuda a los que nos hacen daño. De modo que debes decidir que tu perdón sea real. Piensa seriamente en qué es y en qué no es perdonar. ¡Y ponlo en práctica!

 

McDowell, J. J., Kevin. (2005). Devocionales para la familia : McDowell, Josh. El Paso, Texas, EE. UU. de A.: Editorial Mundo Hispano.

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